La idea de participar en el club de lectura de la biblioteca a Gigi le parece una verdadera tortura. Pero es peor de lo que se imaginaba. Damián, un niño demonio, conocido por su terrible comportamiento, también forma parte del club. Gigi y sus compañeros deberán ayudar al pequeño demonio a romper la maldición que lo obliga a permanecer en el club de lectura.
Valoración global 4,2 sobre 5
5517 lectores puntuaron este libro
Fantasía - intriga - terror
10.786 palabras
Escrito para Fiction Express
Humberto parecía desolado. Se veía claramente que aquel no era el tipo de encuentro amable y distendido que había planeado, y ya se intuía que los problemas del grupo no habían hecho más que empezar. A los golpes del exterior se unieron alaridos y ruidos sordos que hacían aún más difícil concentrarse. Gigi estaba asustada, aunque se daba cuenta de que la señorita Lucrecia y los otros niños ignoraban a propósito aquel concierto de ruidos. Intentó hacer como ellos, pero llegó un momento en que su curiosidad pudo más y se inclinó hacia Luna para preguntarle:
—¿Qué pasa ahí fuera?
—Es mejor hacer como si nada —contestó Luna, sacudiendo la cabeza.
—Pero ¿no estáis preocupados? Esos ruidos…
—No hagas caso. Es Damián…
—¿Damián? —repitió Gigi. Y sus pelos se pusieron de punta.
Incluso ella, que vivía a más de treinta kilómetros e iba a un colegio aun más apartado, había oído las historias terribles que explicaban sobre aquel demonio de piel roja y ojos de fuego.
—No te preocupes, en serio. Aquí estamos a salvo —insistió Luna—. Él nunca entraría en una biblioteca.
—¡Silencio! —cortó la señorita Lucrecia. Y como si la orden que había dado pudiera traspasar las paredes, el estruendo del exterior se detuvo.
Gigi miró hacia la puerta de cristal y entrevió algunos detalles de lo que estaba sucediendo en el parking. Allí había un hombre encorvado, peludo e inmenso, tan grande que, a través de las sombras, parecía el doble de alto que la bibliotecaria. Estaba sujetando por el pescuezo a un niño que se agitaba como una lagartija, y tanto el hombre como el niño parecían muy violentos. Azucena, que había regresado del recado, se acercó a ellos, sacó su móvil y les mostró algo. Aquello pareció apaciguar al hombre... Azucena le dijo algo. Rebuscó en su bolso, le ofreció un bolígrafo y un papel, y el hombre firmó sin soltar al niño. Emitió unos ruidos a modo de despedida y prácticamente le lanzó al chaval. Azucena cogió al pequeño demonio del brazo amablemente. Lo alejó de aquella especie de ogro (que era su padre) y lo guió hasta la entrada de la biblioteca.
Esta vez, cuando la puerta se abrió, los miembros del Club se echaron a temblar al ver al demonio de piel roja y ojos amarillos, vestido con unos harapos cubiertos de hollín. La señorita Lucrecia, era la que parecía estar más aterrorizada.